La Salvación nunca la podremos contar entre nuestros logros personales. A todos nos encanta celebrar nuestros logros o los logros de de nuestra familia; un título universitario, un ascenso en el trabajo o la compra de una casa (entre muchas otras cosas) son motivo de celebración y nos causan un sentimiento de gran satisfacción.
En contraste, lo más valioso que un ser humano puede obtener nunca será ganada por méritos propios. Estamos hablando de la salvación. La Biblia nos dice en Efesios 2.4 que “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún estando muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia son salvos).” En este pasaje, la escritura nos dice que la salvación es un acto de gracia fruto del maravilloso amor de Dios.
¿Qué significa que la salvación es por gracia? Recordemos que gracia es cuando recibimos algo sin hacer ningún mérito. Sin embargo, para entender la gracia de Dios debemos verla en relación con su eterno amor. Una verdad bíblica clarísima es que Dios nos ama y ese amor lo recibimos por pura gracia. En base a esta realidad debemos reconocer las siguientes verdades:
Dios me ama por gracia, por lo tanto es claro que no me merezco el amor de Dios. Según la escritura, lo que yo merezco por mi pecado, es la muerte (Romanos 6.23), sin embargo, Dios ha decidido amarme y ofrecerme salvación. La Biblia me que yo estaba muerto en mis pecados y Dios me dio vida (Efesios 2.1). Este maravilloso intercambio no amerita nada de mi parte, es un don completamente inmerecido.
Segundo, Dios me ama por gracia, por lo tanto es claro que yo no me puedo ganar el amor de Dios. No hay una lista de cosas que tengo que completar para que Dios me ame ni mis buenas acciones impresionarán suficientemente a Dios para accionar su favor hacia mí. Así como una madre ama a su bebé desde antes de tenerlo en sus brazos, así también nuestro Dios nos ha amado, nos enseña la escritura, desde antes de la fundación del mundo.
Por último, Dios me ama por gracia, por lo tanto es claro que yo no puedo detener el amor de Dios hacia mí. La decisión de Dios de amarnos es firme porque no está basada en nuestros méritos o logros sino en su voluntad. Dios ha decidido amarnos y nos ha dejado muy en claro que su decisión no es para un momento sino por la eternidad.
Jamás podremos merecer ni ganarnos la salvación, es humanamente imposible. Pero lo que era imposible para el hombre, es posible para Dios, quien a través de Cristo no ha dado el regalo de la salvación aunque no lo merezcamos, simplemente por su gracia.