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Enfrentando Gigantes


La figura del gigante dominaba todo aque valle, por 40 días aquel paladín de los filisteos afrentaba al ejército de Israel, retándolos y afrentándolos de mañana y de noche. Y por 40 días siempre obtenía la misma respuesta, un humillante silencio. Ningún soldado de Israel encontraba el valor de enfrentarse a Goliat, aquella bestia de guerra de casi 10 pies de altura.

Todos enfrentamos Gigantes en nuestra vida. Algunos de esos Gigantes nos afrentan desde fuera y otros crecen y se hacen enormes en lo más profundo de nuestro corazón. Estamos frente a aquellos Gigantes y tal nos parece que sin lugar a duda esas batallas están por demás perdidas.

Muchos ven sus matrimonios y lo único que pueden pensar es un seguro divorcio. Otras personas ven como imposible librarse de las adicciones, de hecho para ellos, tales prisiones parecen ser una cadena perpertua. Algunos otros permiten saturarse de resentimiento y odio que no pueden imaginarse siquiera como es la vida después del perdón. Estos y muchos otros Gigantes quieren paralizar nuestra vida y destruir nuestra paz.

Pero David se enfrentó al Gigante, aquel joven pastorcito tuvo la audacia de pararse frente a Goliat y gritarle a la cara que esa mismo día aquel gigante caería a sus pies.

¿Porqué David pudo enfrentar a Goliat con tanta valentía? Primero, David sabía que la batalla no era de David sino que la batalla era de Dios. (1 Samuel 17.45-46). Goliat estaba completamente equivocado, él pensaba que estaba retando a los siervos de Saúl; pero David sabía perfectamente quienes eran ellos, eran el ejército del Dios viviente y Dios pelearía por él y le daría la victoria.

Segundo, el mismo Dios que estaba con él en esta batalla es el mismo Dios que le había dado otras victorias. No era la primera bestia que David había enfrentado, y las victorias del pasado le daban esperanza y confianza en el futuro (1 Samuel 17.37). Las victorias del pasado lo habían preparado para la batalla que estaba frente a él.

Y por último, David sabía que Dios es tan poderoso, que Dios no necesita un gran ejercito o las armaduras mas majestuosas para ganar una batalla. Dios puede derrotar un Gigante con tal solo una piedra, una piedra solamente. David sabía que solo tenía que estar dispuesto, listo, expectante y confiado, el resto era asunto que le correspondía a Dios.


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